El uso de la IA en el ámbito educativo ha sido un tema polémico desde la popularización de herramientas como ChatGPT. Sus ventajas y usos son evidentes. Demuestra una habilidad y calidad impresionante al responder indicaciones ligadas a varios tipos de texto —pues, recordemos que cuando hablamos de IA coloquialmente, nos referimos a la tecnología basada en modelos de lenguaje extenso (Large Language Models o LLM, por sus siglas en inglés) que genera material textual y audiovisual a partir de algoritmos en constante entrenamiento—. Es decir, en el día a día, esta herramienta puede “hacernos la tarea” en cuestión de instantes, lo cual sería un gran error ignorar en el contexto de aprendizaje. Esto, nos ha llevado a replantear el enfoque educativo actual y las funciones de cada persona involucrada.
¿Cómo integrar esta tecnología en la educación actual?
Primero, debemos ser conscientes de las limitaciones de la IA, las cuales definen las limitaciones de su propio uso. Sin entrar en los problemas éticos, de desigualdad social y de privacidad de datos que implica esta herramientas, es importante destacar que, como cualquier humano o profesor, la IA presenta sesgos en los datos, desinformación o malas interpretaciones, conocidas como “alucinaciones” del modelo.
En otras palabras: no confíes ciegamente en sus respuestas. Al interactuar con los programas, busca no perpetuar ideas falsas o prejuicios. Como con cualquier profesor, la información debe ser corroborada con otras fuentes que consideren diversas posturas. Practica una mirada crítica ante los resultados de la IA para que su uso sea realmente pertinente y potencie tus ideas y creaciones.
Dicho esto, hoy en día, el mayor riesgo es no utilizarla.
¿Cómo se integra la IA en la educación?
Varía según el contexto, pero podemos comenzar situándola junto a otras herramientas en línea y establecer cómo se complementan. La IA permite una interacción más activa, y por ende atractiva, además de altamente personalizable.
La IA nos explica cosas. Podemos pasar horas preguntando sobre un tema y creando conexiones, sin preocuparnos por la paciencia de la herramienta. Nos muestra el proceso para alcanzar un objetivo, desglosándolo y sugiriendo nuevos caminos. En el aula y fuera de ella, actúa como un tutor personalizado, identificando errores en ejercicios escolares y ayudándonos a comprender en dónde se encuentra el problema. De alguna manera, escucha y reacciona a nuestros prompts.
También proporciona retroalimentación sobre nuestra escritura o desempeño en ciertas actividades. Puede ayudarnos a estudiar interactuando por medio del diálogo y evaluándonos simultáneamente. Además, nos exige desarrollar otras aptitudes en relación a su mismo uso, y comprender que el aprendizaje es un proceso de prueba y error.
La IA es una herramienta que resuelve dudas de forma práctica y nos ayuda a seguir aprendiendo. Sin embargo, es crucial ser conscientes de sus limitaciones y usarla responsablemente para aprovechar al máximo sus beneficios.
¿Te imaginas un futuro donde la IA te ayuda a aprender de forma personalizada, creativa e interactiva? Ese futuro ya está aquí. ¿Qué esperas para explorar las posibilidades?
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